Cuando la urbanización irrumpe sobre los balnearios de la costa atlántica, contar con uno decaracterísticas ecológicas es como encontrar un rincón del paraíso perdido.En el límite de Uruguay, en tierra brasileña, a tan sólo 9 kilómetros de las ciudades fronterizas de Chuy-Chuí, está el Balneario Barra do Chuí.
Recostada sobre dunas pobladas de arbustos, una faja amarilla de finas arenas -ancha y extensa- es bañada por aguas oceánicas. Aquí el mar reina con total majestad, abierto y límpido.
Esta excepcional playa tiene dos límites. Por un lado, el del Arroyo Chuy (o Chuí, o Xuí, voz onomatopéyica referente a pájaros característicos del medio), cuya desembocadura se integra a las playas “de la Barra”. Por otro, el Balneario Alvorada.
El arroyo Chuy define la delimitación territorial entre Uruguay y Brasil en la zona. Resalta en esta área la silueta roji-blanca del antiguo Faro, cuyos haces nocturnos captan las miradas de los marinos y de los habitantes de los núcleos residenciales circundantes.
En el punto donde el Arroyo Chuy entra al mar, un impresionante vallado constituido por una sucesión de piezas gigantes de hormigón armado (“miguelitos”), dan fijeza al límite internacional de dos naciones que viven la integración profunda de sus habitantes.
La Barra do Chuí puede ser definido como un punto turístico para ser disfrutado en el sosiego más placentero, con el marco de una naturaleza viva y sin riesgos.
El silencio es apenas interrumpido por las voces amigas que a ella llegan, transitando sus curvilíneos caminos hacia la gran orilla marítima. O por el canto de los pájaros, que con sus trinos quiebran el verde intenso de las arboledas.
Cuando todo se aquieta, bajo una bóveda de estrellas, el eterno zumbido del océano le dará el asombro de su poder y experimentará el deleite de reconocerlo en su esplendor inexpugnable.